jueves, 5 de octubre de 2017

México: Istmo oaxaqueño, el malestar de los olvidados... Luis Hernández Navarro

Luis Hernández Navarro



Como sucede en las cenas de gala de la aristocracia nacional a beneficio de los huérfanos y de los pobres de la capital en las que se sirven canapés de caviar y foie gra s, una parte de las ceremonias de entrega de la ayuda humanitaria para los damnificados por el sismo del 7 de septiembre se ha convertido en un show de promoción empresarial.

Según las crónicas de sociales, apenas hace unos días, el empresario Gerardo Rejón y Ruiz de Velasco, presidente de Enlace Empresarial del CEN del PRI, llegó al aeropuerto militar de Ixtepec en su avión particular para entregar su caridad a los afectados por el sismo. Con un reloj Turbillon de 4 millones de pesos en la muñeca izquierda y una camiseta con el logotipo del mezcal Los Amantes, donó altruistamente dos plantas luz con un costo de 50 mil pesos cada una y 200 despensas. Esas despensas fueron entregadas en la octava sección de Juchitán, envueltas en bolsas con su nombre, por el diputado local priísta y presidente del Congreso oaxaqueño, Samuel Gurrión.

Mal y de malas, la tragedia que se cierne sobre Oaxaca no sólo ha tenido como telón de fondo la asistencia de deslumbrón, sino el olvido nacional. El sismo del 19 de septiembre desplazó la atención mediática sobre la tragedia oaxaqueña. Desde esa fecha, la solidaridad proveniente de otros estados hacia los damnificados de esa entidad disminuyó drásticamente. Una parte de la prensa casi abandonó la cobertura. En muchos periódicos se publican más notas sobre la colonia Condesa en Ciudad de México que sobre todo el Istmo de Tehuantepec. Si después del 7 de septiembre en el aeropuerto de Ixtepec había 30 helicópteros y aeronaves, a partir del 19 la cifra disminuyó a la mitad.

Aunque el gobierno oaxaqueño ha pedido que se emita el decreto de emergencia en 279 municipios, la crisis afecta a toda entidad. La actividad económica se ha visto severamente afectada en casi todas las regiones y no sólo en el Istmo. Por ejemplo, la cadena productiva de la Mixe está estrechamente ligada a Tehuantepec, de manera que el colapso en una afecta grandemente a la otra. Adicionalmente, la Mixteca ha sido lastimada por diversos eventos naturales.

El Istmo abarca 20 mil kilómetros cuadrados. Su infraestructura está severamente dañada. La devastación que sufre es espectacular. Están muy dañadas las redes de agua potable, de drenaje y los caminos. La economía local está golpeada. Antes del sismo, mucha gente vivía al día. Ahora, ya no tiene ingresos, ni forma de obtenerlos a corto plazo. Las redes de apoyo intercomunitarias para paliar las desgracias familiares están afectadas. La inseguridad alcanza niveles escandalosos. La situación sanitaria es cada vez más delicada.

El caso de San Mateo del Mar es emblemático. Municipio ikoots (huave) ubicado en una estrecha barra que separa la Laguna Inferior del Golfo de Tehuantepec, con un solo camino de terrecería como vía de comunicación, sufre un grave problema de agua potable: sus pozos están azolvados y los que no tienen tierra están salados. Las tuberías están rotas. El mar se retiró 30 metros. Sus pobladores no pueden salir a pescar. Ni los más viejos del lugar habían visto algo así. Durante el sismo, la tierra parecía hundirse. Para guarecerse de la desgracia, tuvieron que trasladarse a las zonas altas del municipio. No sólo están derrumbadas sus casas. Los hornos tradicionales de comixcal, en los que se elaboran los totopos (cuya venta permite a las mujeres obtener un poco de dinero) y en los que se preparan muchos otros alimentos, están rotos.

El apoyo humanitario está llegando a la cabecera municipal (controlada por el PRI) pero no a las 11 agencias (cuya plantilla ganó la últimas elecciones). Camiones de las empresas eólicas, con las que la comunidad tiene un fuerte conflicto, distribuyen alimentos y hacen proselitismo corporativo. Desesperados por la falta de comida, sus habitantes literalmente asaltaron un camión militar que trasportaba víveres. Varios de sus habitantes enfermaron de hepatitis A.

La distribución de alimentos y la potabilización del agua ha sido eficiente. La reinstalación del servicio eléctrico ha sido espectacular. Los trabajadores de la CFE son auténticos héroes regionales. Sin embargo, urge cambiar el modelo de entrega de despensas, eficaz para fomentar el clientelismo político, por el de las cocinas comunitarias.

Sin embargo, 80 por ciento de las casas del Istmo ya no sirven. Se cayeron 49 mil y el resto están en su mayoría inservibles. Eran casas buenas, de techos altos y materiales locales. Para su reconstrucción, el gobierno ha ofrecido una ayuda de 120 mil pesos: 78 mil pesos para insumos y 42 mil pesos para mano de obra. Sin embargo, esas casas no se levantan ni se reparan con ese dinero.

El gobierno pondrá los modelos constructivos. ¿Servirán? Los istmeños dudan qué tan dignas serán esas casas y cuestionan la lógica de mampostería del Infonavit que acompaña las iniciativas gubernamentales. Hay, además, preocupación de cómo se entregará la tarjeta con los 120 mil pesos y cuáles van a ser los mecanismos de vigilancia de su distribución.

Está pendiente la reconstrucción de las redes de agua potable y drenaje. Por las calles de muchas ciudades y comunidades corren ríos de aguas negras. Está en puerta la posibilidad de una enorme crisis sanitaria. El malestar de médicos y enfermeras es enorme. En los hechos están en la calle. Los hospitales de Tehuantepec y Salina Cruz están colapsados. No hay medicamentos suficientes. Han crecido los casos de hipertensión arterial y diabetes. Prácticamente no hay retrovirales, a pesar de que en el Istmo hay una numerosa población con VIH.

En Juchitán el crimen organizado controla la policía. Esa policía es hoy fuente de inseguridad constante. Ha habido casos de secuestros de niños y adultos para intercambiarlos por los papeles de las casas y los comprobantes para recibir la tarjeta. El Ejército no se ha hecho casi cargo de tareas de seguridad y ha sido destinado a la realización de tareas humanitarias. El tiempo avanza y el descontento crece. En poco tiempo va a ser muy difícil manejar la inconformidad en el Istmo. Los olvidados dejarán de serlo.

Twitter: @lhan55
 
vía:http://www.jornada.unam.mx/2017/10/03/opinion/023a2pol
 

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