viernes, 27 de mayo de 2016

Sociedad: Capitalismo de la emoción...Por Germán Santiago



Las redes “sociales” se han convertido en esa falsa ágora, en “un patio de vecinas” sin reflexión, sin movilización, sin información: distracciones para llenar el tiempo y el espacio. Por Germán Santiago, en Diagonal.







Un yo sin yo. Un “yo cuantificado”. Un yo vacío de contenido empírico. Un yo que elimina el concepto de humanidad y su entorno. Un nuevo yo que está siendo construido por su exterioridad narcisista frente al antiguo “Conócete a ti mismo” que rezaba el Oráculo de Delfos y que Sócrates repetía como un mantra. La identidad y el conocimiento residían en el interior de sí mismo y no en el falso exhibicionismo de la cotidianeidad de la vida privada. Facebook ha creado un yo desnaturalizado y lo ha mercantilizado como una red “social” y filantrópica que, sin embargo, ha devenido enun conglomerado de subproductos de la apariencia, propio de una sociedad psicótica o mal llamada sociedad de la información.

¿Es el hombre social por naturaleza? Las redes “sociales” son antisociales (nos quieren en soledad porque la reunión física es peligrosa mientras que la reunión virtual es aséptica) y así, han explotado este principio sociológico para sacar crédito de esa información. Y, como temía que sucediera con el pensamiento Kant, las redes “sociales” se han convertido en esa falsa ágora, en “un patio de vecinas” sin reflexión, sin movilización, sin información: distracciones para llenar el tiempo y el espacio.

Tras este terrible fracaso, se esconde una falsa filantropía social para mantenernos a todos conectados en un mundo global desde una apariencia de libertad. A esta nueva transparencia de decir la verdad y socializar a toda costa, la podemos denominar panóptico digital. Al contrario del panóptico de Bentham, nadie se siente vigilado sino que más bien se siente libre, se rebela, “piensa” y hasta se desnuda. Ya no se cuenta: se postea o se twittea un estado de ánimo. Como puede verse, el panóptico no es ese elemento arquitectónico que nos mantiene vigilados a lo “Gran Hermano” como temían Orwell, Foucault, Deleuze o Virilio sino que, esta nueva policía del pensamiento se enmascara de actividad lúdica: de un espacio lleno de amabilidad.

Su eficacia reside en su aspecto alegre, amable y omnipresente. Funciona como una perfecta máquina de intimidad a partir de la prohibición de toda forma de negatividad y un cálculo hecho desde el hedonismo y el narcisismo (¿cómo imaginar una foto de unas vacaciones llorando o triste en Facebook? ¿Cómo ver en el muro de alguien una situación no digna de ser narrada como el mayor de los acontecimientos, ya sea una comida o un “running” por la ciudad? El individuo no sólo es consumidor y trabajador sino también comunicador (publicista) de sí mismo. El peligro de esta sociabilidad reside en su seducción y en su aparente naturalidad, neutralidad e inofensividad: ¿cómo no contarlo? ¿por qué no ponerlo? ¿quién no lo haría?

A través de los medios digitales intentamos acercarnos al otro tanto como sea posible, destruir la distancia frente a él para establecer cercanía, pero con ello no tenemos nada del otro, sino que más bien lo hacemos desaparecer. No tenemos faz sino antifaz(máscaras detrás de la máscara, solipsismo y alienación). Al destruirse la lejanía nos hallamos de pronto ante la falta de distancia. Existe una cosificación económica del otro que impide el darwinismo social y la entropía del mundo; ya no son individuos sino intimidades congeladas, estáticas, cibernéticas que “no son la vida”. La vida, las emociones y los sentimientos, por el contrario, son performativos.

Además las redes “sociales” están dentro de lo que podemos llamar “lo virtual”, entidades ideales sin ser abstractas y reales sin ser actuales, por lo que se encuentran no dentro del mundo de las cosas y del devenir –performativo–, sino, por seguir con la clásica división platónica, en el mundo de las ideas, es decir, en una realidad ideal y por tanto no sensible –no performativa– que participa de una estética de estados alterados de apariencia que distraen al individuo. Pero, por otro lado, el individuo se ve afectado por los contenidos que consume y comparte de manera bidireccional, y su realidad se ve contaminada y condicionada por una realidad paralela pero no tangible, generando una corriente continua de datos destinados a conectar enormes bases de contenidos que servirán como herramientas predictivas a los propietarios de los medios de producción (multinacionales) y análisis de conductas (gobierno).

En esta irresistible experiencia de exhibicionismo que suscitan las redes “sociales”, el individuo transparente comparte afectos ajeno al uso que el mercado hará de ellos. Este capitalismo de la emoción acumula enormes cantidades de datos con los que trafica y da forma a un inconsciente global capaz de predecir hábitos de consumo para orientar la maquinaria productiva. La cibernética se ha convertido en una nueva ciencia del gobierno creando una nueva humanidad: una ontología, una estética, una lógica y una antropología al servicio del capital.



vìa:http://www.lavaca.org/notas/capitalismo-de-la-emocion/

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