domingo, 6 de septiembre de 2015

Indignado-Derechos Humanos: Crónicas de un mundo en conflicto.... Migrantes







Lampedusa y Melilla son las puertas de entrada a Europa para cientos de miles de subsaharianos, libios y sirios que, por tierra o por mar, arriesgan sus vidas en búsqueda de una oportunidad.

La frontera sur de Europa separa al continente de una multitud de desesperados migrantes que buscan un camino a una vida mejor. Muchos emprenden largas travesías, que suelen durar dos o tres años, por el desierto del Sahara hacia el norte de África. Una vez allí, algunos intentan el asalto a la valla de Melilla para ingresar a territorio europeo. Otros se aventuran al mar en precarias embarcaciones. Los registro oficiales indican que en los últimos cuatro años se han ahogado 2400 migrantes en las aguas del Mediterráneo.

En julio de 2013, el Papa Francisco viajó a Lampedusa, su primer destino luego de ser consagrado como Pontífice. Meses antes habían muerto 366 inmigrantes que viajaban en una barca que había partido desde Libia con destino a la paradisíaca isla italiana.

Se calcula que unos 750.000 migrantes han conseguido superar la peligrosa travesía y llegar hasta la costa italiana, procedentes de Guinea, Costa de Marfil, Nigeria y el Cuerno de África. Recientemente, las guerras han desatado también las migraciones desde siria y Libia. A quienes logran sobrevivir, les espera en Europa una vida signada por la exclusión y la estigmatización, pero aún así más segura que en sus países de origen.

Al llegar a tierra firme, los migrantes son revisados clínicamente y luego trasladados a centros de identificación y detención. Francesco Piobbicchi, activista de la organización Mediterranean Hope, asegura que su principal desgracia no radica en su condición de extranjeros sino en el hecho de ser pobres.

Bruno Wolf, del Proyecto Sea-Watch, explica el protocolo de rescate de su organización. Cada día llegan a la costa de Lampedusa dos o tres embarcaciones que, en conjunto, transportan entre 300 y 400 personas. Vienen de viajar durante varios días, en condiciones de hacinamiento, bajo un sol ardiente. Proceden de pueblos destrozados por la guerra o el hambre y, afirma Wolf, están todos traumatizados.

Giuseppe Cannarile, de la Guardia Costera de Lampedusa, asegura que en los rescates el factor tiempo es clave. Hombre experimentado, relata que las migraciones hacia la isla italiana comenzaron hace dos décadas, y que su intensidad fluctúa en función a la situación políticas y económica de los países de origen.

El Vicealcalde de Lampedusa, Giacomo Sferlazzo, entiende que el fenómeno migratorio es un síntoma de nuestra época, y una problemática europea o mundial antes que local.


Melilla, junto a Ceuta, es el último enclave del colonialismo español en África. Tierra de fronteras y mestizaje cultural, es también el punto de llegada a Europa para miles de migrantes libios y subsaharianos.

Una triple valla de 11.5 kilómetros de extensión separa al territorio español del marroquí. Quienes quieren cruzarla, se enfrentan además a la presencia de las fuerzas de seguridad de ambos países, a uno y otro lado del cerco. Aún así, son muchos los que se organizan para intentarlo coordinadamente. Quienes caen son duramente reprimidos por la policía marroquí o por la española. A los que logran pasar, les espera el "Rechazo en frontera" o "devolución en caliente", o el encierro en el CETI, el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes.

Juan Antonio Delgado, Portavoz de la Guardia Civil en Melilla, cree que todas estas barreras no son más que "medidas de retardo", obstáculos físicos que buscan evitar o dificultar que se concrete la entrada al territorio español.

Un grupo de inmigrantes guineanos explica sus razones para, a pesar de los peligros, emprender el difícil camino hacia Europa. Hablan de la pobreza, de la represión policial, del virus del ébola. Otros migrantes, de Mali, de Nigeria, también han hecho el largo viaje, algunos por mar, algunos en absoluta soledad. La vida en la zona norte de África no es mucho mejor; en el Monte Gourougou, histórico refugio de quienes esperan su oportunidad para intentar el salto a la valla, deben recoger basura para alimentarse.

Quienes llegan a Melilla e ingresan al CETI, se aseguran la cama y la comida. no obstante José Alonso Sánchez, abogado de la Asociación Pro Derechos Humanos de Melilla, asegura que Centro de Estancia Temporal se encuentra desbordado, sobrepoblado y que la convivencia entre culturas muy distintas no es sencilla.


Emitido el 05-09-15 por la TV Pública.

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