lunes, 17 de marzo de 2014

Argentina: Los señalados...Por María Adelaida Vergini


Por María Adelaida Vergini
(APe).- De incógnita. No sé ve bien de qué lugar vienen, pero apenas notan su presencia los vecinos se alborotan, los señalan, los culpan. Los segunderos de los relojes en las muñecas que esos mismos vecinos agitaban señalando a esos chicos no alcanzaron a dar una vuelta completa. Los dos chicos, que aparecieron en una moto entre la multitud, desaparecieron.
“Mirá esas caras”. “¿Y estos quiénes son?”, se preguntaban quiénes parecían conocerse por habitar la cotidianeidad de esas calles.

Los señalados desaparecieron. Como empujados por los murmullos, por las acusaciones. Sus siluetas se perdieron en el horizonte de calle Aménabar, mientras los vecinos desde la esquina de Necochea movían sus cabezas como péndulos, y en ese ir y venir dejaban la huella de la indignación que sienten.
La autoconvocatoria de vecinos para reunirse y debatir sobre la inseguridad llevó a más de cien personas del barrio La Tablada de Rosario a juntarse en esa esquina un viernes al mediodía. Ahí donde hay una panadería y una parada de colectivos de línea. Donde hasta diciembre, más o menos, la vida transcurría de manera “normal”. Porque un robo cada tanto para los vecinos calificaba dentro del parámetro de lo normal. Pero hacia el final de 2013 y el comienzo de 2014 los números cambiaron, y los vecinos se alertaron.
Con mirada desafiante. Así pasaron caminando por la vereda de la panadería dos chicos- nadie pudo distinguir si eran los mismos de la moto- No parecían tener más de 17 años. Otra vez los murmullos, las sospechas, las acusaciones. Las miradas de esos jóvenes y la de los manifestantes nunca se cruzaron. Cada paso de esos adolescentes fue firme, pero tranquilo, con el mentón en alto. Nunca bajaron la cabeza. Pasaron por el costado de la escena. Al costado. Como suelen quedar tantas veces de las oportunidades, de las decisiones, de las políticas, del Estado.
Mientras tanto, en la esquina la reunión había perdido el hilo. Cada uno hacía uso del espacio para contar su padecer personal. El robo que vivió en persona o el que vivió como espectador. “Lo que pasa es que más o menos desde diciembre del año pasado la cosa se puso más fea, nos enteramos de, por lo menos, tres robos por día en el radio de lo que son estas dos manzanas”, contaba una mujer que fue a la manifestación con su hija casi adolescente, quién no puede volver sola de la escuela por el miedo.
Otra mujer, de mayor edad, se lamentaba porque hace unos días le robaron su vehículo con sus dos perros adentro y sin parar le reclamaba más y más seguridad al comisario de la seccional del barrio, que llegó caminando a la reunión porque, según dijo, “el patrullero no tenía nafta”, marcando una distancia con el Estado que lo debe proveer y no lo hace, pero del que, vaya paradoja, él también es parte. Los vecinos le exigieron una y mil veces seguridad porque tienen derecho a vivir seguros.
Desde la calle por la que se perdió aquella moto, ahora vuelven dos. En contra mano y en contra de los manifestantes. Dos pibes en cada una. Se ríen - y los vecinos sienten que se ríen de ellos-. Sus rostros hablan. Parecen sentirse dueños de la calle, y estar parados en la vereda de enfrente. Se diferencian de los manifestantes. Los metros que los separan se llenan de una mezcla de angustia, de tristeza, de impotencia. Todos deberían estar del mismo lado. Todos son vecinos…
Pero no todos tuvieron las mismas oportunidades. No accedieron todos a la educación. No fueron respetados ni cumplidos los derechos de todos por igual. Esos pibes de las motos no tuvieron otra oportunidad…
Y hoy están enfrentados. Vecinos del mismo barrio.
 Y esa escena toma la forma de una lágrima cayendo por la mejilla, que llega al piso y se desarma, porque no puede tener un final feliz.
Los chicos en las motos llegan a unos pocos metros de la manifestación y los vecinos se encienden. Gritan. “Ahí están, son ellos”. Y gritan los hombres y las mujeres. Los adultos y ancianos. Los jóvenes, los que son pibes como ellos. Todos los señalan. Y los chicos en las motos se ríen, saludan con la mano en alto –con aire burlón-y se pegan la vuelta, convencidos de que mañana seguirán siendo los dueños de esas calles. Los señalados.

Vía:
http://www.pelotadetrapo.org.ar/los-se%C3%B1alados.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog

free counters

Datos personales

Mi foto
Malas noticias en los periòdicos, asesinatos, enfermedad, pobreza, dolor, injusticias, discriminaciòn, guerras, lo grave es que nos parece normal.

Ecologia2