jueves, 14 de febrero de 2013

Argentina: Pibes exiliados y la ciudad goleada ...por Carlos del Frade

(APe).- A fines de enero de 2013, dos pibes rosarinos fueron figuras excluyentes del mercado informativo internacional.

Lionel Messi metió cuatro goles en el triunfo del Barcelona contra el Osasuna por 5 a 1 y Mauro Icardi también hizo lo mismo en la victoria del Sampdoria, de Italia, contra el Pescara.

Ninguno de los dos jugó en primera en alguno de los grandes clubes rosarinos.

Ni en Ñuls ni en Central.

Solamente los documentos de identidad recuerdan que son rosarinos.

La misma ciudad que cuarenta años atrás era la capital nacional del fútbol y hoy, ni siquiera, puede garantizar que el clásico entre leprosos y canayas se pueda jugar con tranquilidad en un contexto de amistosos.

Cancha chica del fútbol, cancha grande de la vida, de la realidad.

Casi una decena de hechos violentos precedieron al clásico suspendido el domingo 20 de enero pasado. Crónica de una muerte anunciada, diría con razón el lugar común. ¿Qué seguridad podía garantizarse si durante las primeras tres semanas del año no hubo nada que impidiera la impunidad de los sectores violentos vinculados a los grupos de tareas llamados, eufemísticamente, barrabravas?

Las actuales dirigencias de Ñuls y Central conviven con estos grupos de tareas y dependen de ellos. Frankenstein volviéndose contra el creador. Les tienen miedo. No les da para ser Canteros, el titular de Independiente.

Pero hoy esas bandas son asociaciones ilícitas con muy buenas relaciones con la policía provincial. Hay que recordar que el hijo del ex jefe de la policía provincial, Hugo Tognoli, era representado por el otrora mítico número de la barra de Ñuls, Roberto “Pimpi” Caminos. No en los papeles, si en la realidad.

Tres horas antes del partido, negocio empresarial que debió jugarse en invierno, comenzaron los intercambios de piedrazos y balas entre policías y sectores de la barra en el Parque Independencia, la geografía donde está enclavado el estadio rojinegro. Un policía recibió un balazo que casi le perfora el cuello. Se salvó de casualidad.

Después vino, hasta el presente, el juego hipócrita del distraído. Nadie quiso asumir la suspensión del partido. En Arroyito, mientras tanto, hubo invasión de la cancha y saqueo de pilchas a los muchachos.

En la década del noventa, en forma paralela al saqueo del perfil industrial, obrero, portuario y ferroviario de la ciudad, los clubes rosarinos tuvieron deudas que rondaron en 150 millones de dólares y economías intervenidas por la justicia y acusaciones de lavado de dinero. Desastres económicos, desastres deportivos y barras cada vez más integradas a los nichos corruptos de La Santafesina SA y cada vez más poderosas.

La suspensión del clásico es la lógica consecuencia de la matriz de ferocidad que envuelve los barrios y el centro rosarino desde hace rato.

No se trata de un hecho más de “violencia en el fútbol”, se trata de la más elocuente demostración que hace rato Rosario ha dejado de ser la que era.

Por primera vez en su vida, este cronista –al borde del medio siglo-, ha visto pintadas reclamando la muerte del canaya o del leproso. Algo inimaginable una década atrás.
Las minorías del odio, socias de las minorías lavadoras del dinero, delincuentes de guante blanco, les volvieron a ganar a las mayorías rosarinas.

Las estúpidas peleas entre dirigentes y funcionarios son el innecesario sainete que sufre un pueblo que necesita cambiar las reglas de juego para que, alguna vez, el partido de la historia lo encuentre ganador y no derrotado por la violencia, la intolerancia, la hipocresía y el miedo.

Vía:

http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id=7625:pibes-exiliados-y-la-ciudad-goleada&catid=35:noticia-del-dia&Itemid=106

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