lunes, 21 de noviembre de 2011

Mundo : El espectáculo de la caída de Kadafi (II Y ÚLTIMA)....Naief Yehya

Blancos de alto valor
A pesar de que los principales entusiastas de la guerra contra Kadafi fueron Italia y Francia, y de que Kadafi murió a manos de un puñado de rebeldes, a final de cuentas el mérito por el asesinato del coronel le pertenece en gran medida a Estados Unidos y su flamante programa de magnicidios vía brigadas de élite o drones, una actividad supuestamente prohibida (durante el régimen de Gerald Ford) que por un tiempo se realizó con el pretexto de intentar destruir “centros de comando y control”, como apunta Alexander Cockburn, pero que ahora se hace con desparpajo y descaro. Actualmente el dogma militar reinante es el de asesinar HVT (High Value Targets o blancos de alto valor), es decir, líderes enemigos. Kadafi fue torturado y linchado por rebeldes que se cree  que respondían a las órdenes del gobierno de transición, por lo tanto hay dos opciones: o bien estas autoridades improvisadas fueron incapaces de imponer un mínimo de disciplina aun en el caso de Kadafi (imaginemos el calibre de las masacres revanchistas que han tenido y que tendrán lugar), o el gobierno ordenó la ejecución. Ambas opciones son graves y tienen serias implicaciones para lo que será Libia en el futuro. Resulta sin duda muy difícil exigirle a una banda mal informada, rabiosa y embrutecida por el combate que guarde la compostura y respete las reglas dictadas por la Convención de Ginebra respecto del trato a los prisioneros de guerra, especialmente si el ejemplo es Estados Unidos, que hace unos años declaró que dichas normas eran anticuadas e irrelevantes.
Otro infierno
Las ultimas horas de Kadafi fueron filmadas por múltiples teléfonos celulares y quizás alguna cámara de video. Ese pietaje es el snuff film que tantos hemos soñado ver protagonizado por los déspotas, asesinos y tiranos de nuestras pesadillas. Pero una cosa es ser testigo de los últimos momentos de sufrimiento, ultraje y humillación de Hitler, Stalin, Papa Doc, Franco, Pinochet, Bokassa, Pol Pot o cualquier otro sátrapa genocida, y otra muy diferente  es tener el video de esa muerte lenta y atroz repitiéndose sin cesar por el resto de la historia, un círculo del infierno en el cual quienes padecemos el tormento somos los espectadores que pasamos de la satisfacción al placer vicario, y de ahí al cuestionamiento del estado de ánimo que nos llevó a convertirnos en cómplices cobardes de un crimen.
El asesino y futuro justiciero
Sanad al Ureibi, un joven de veintidós años, fue el autor de los disparos a quemarropa que terminaron con la vida de Kadafi. Al parecer, poco después de asesinarlo recibió garantías por parte del gobierno de transición de que no sería arrestado. Según personas que lo conocen, entrevistados por Franklin Lamb en la Universidad de Trípoli (antes llamada Universidad Fatah), Sanad asegura que ahora formará un grupo paramilitar para ofrecer protección a millonarios y a extranjeros que vengan a hacer negocios. Supuestamente una empresa israelí estadunidense ha ofrecido a él y a sus camaradas entrenamiento para convertirlos en miembros de la naciente nueva policía libia.
¿Quién sigue?
Kadafi fue el líder de una revolución que le arrebató el poder a un monarca decadente, corrupto e incompetente. El coronel lanzó una reforma que convirtió un territorio habitado por una variedad de tribus en una nación en la que los ciudadanos por primera vez tuvieron acceso a los beneficios de la riqueza del petróleo. Las peculiares ideas de Kadafi acerca de cómo crear un gobierno de democracia directa dieron lugar a un Estado delirante, a instituciones fantasma y a un autoritarismo monstruoso. Pero Libia, a diferencia de otras naciones petroleras, sí vivió una distribución de la riqueza; aun en medio de la represión que vivían algunos grupos, una gran mayoría del pueblo libio gozó por décadas de los beneficios de una repartición de la riqueza, algo bastante inusual en una nación tercermundista. La ecuación era simple y las reglas claras; había un desarrollo social, educación y salud gratuitos y servicios públicos razonablemente eficientes y baratos. No se trataba de un gobierno que particularmente protegiera los derechos humanos o la libertad de expresión, pero el nivel de vida de ese país atraía trabajadores e inmigrantes de África y el mundo árabe. No obstante, después de 1988 se acabó el sueño de la lucha antiimperialista en casa y en el extranjero. Kadafi optó por el modelo neoliberal que puso en manos de su hijo Saif al Islam, con el sueño de hacer de Libia un Dubai africano. Cuando Kadafi quiso vivir los privilegios del mercado libre, de pronto se volvió irrelevante. Resulta fácil imaginar a Obama y sus aliados planeando sus próximos golpes espectaculares: Siria, Irán, Venezuela, Grecia. ¿Quién va primero? 

Vìa, fuente :
http://www.jornada.unam.mx/2011/11/20/sem-naief.html

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