lunes, 21 de noviembre de 2011

Grecia: golpe de Estado europeo frente a un levantamiento popular...por Stathis Kouvelakis



Contretemps

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Así pues, es en Grecia donde se ha estrenado la nueva pieza que promete tener un gran éxito en esta estación política europea y que se titula La toma de poder por parte de los banqueros. Italia parecía elegida para la siguiente etapa, lo que no hace sino aumentar el interés del proceso griego que ha llevado a la dimisión de Georges Papandréou y a la formación de un nuevo gobierno llamado de “acuerdo nacional” dirigido por Lucas Papademos.
Para llegar a este resultado han sido necesarios varios días de tergiversaciones y de ásperas negociaciones entre el PASOK (socialista), que sigue siendo mayoritario en el Parlamento, y la Nueva Democracia (ND, oposición de derecha), sin olvidar el papel particularmente activo de la extrema derecha del LAOS. Al final, un gobierno cuyas principales carteras económicas y sociales continúan en manos del PASOK, ya que la derecha se limita a dos ministerios “de regalía” (Defensa y Asuntos Exteriores). Un gobierno que, por primera vez desde la caída del régimen militar (1974), también está marcado por la participación de la extrema derecha la cual ve como se le atribuye un ministerio (Transporte y Obras Públicas) y tres secretarías de Estado. Pero lo que permitió llegar a este resultado fue, mucho más que estas maniobras políticas, las presiones de los gobiernos alemán y francés, y de lo que se denomina los “mercados”. Papademos, ex vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), de 2002 a 2010, miembro de la Comisión Trilateral, fue director del Banco Central de Grecia entre 1994 y 2002 y por ello uno de los arquitectos de la entrada de Grecia en el euro junto a su mentor en política, el ex primer ministro socialista “modernista” Costas Simitis, el principal arquitecto del neoliberalismo en Grecia, considerado particularmente próximo a los medios de negocios alemanes.
Lo cual equivale a decir que con este nuevo primer ministro quienes gobiernan el país de forma casi directa son los medios financieros europeos y de forma secundaria los griegos, así como los países del directorio de la Unión Europea (UE), sin tener en cuenta mandato popular alguno en lo que se puede considerar el primer “golpe de Estado blando” concebido y establecido por esta misma UE y los banqueros cuyo apoderado es ésta. Así, encuentran una nueva juventud las formulaciones de Marx a propósito de la monarquía de julio según la cual esta última es el “reino de sólo una fracción de la burguesía, la aristocracia financiera” y todo el régimen una “sociedad por acciones para la explotación de la riqueza nacional” [1]. Salvo que esta aristocracia financiera es actualmente esencialmente multinacional y ante todo europea, ya que los especuladores y aprovechados de hoy ocupan un puesto en los consejos de administración de los bancos (e instituciones financieras) alemanas, francesas y del BCE[2].
¿Cómo comprender de manera más profunda esta espectacular conmoción del paisaje político que en una decena de días ha visto al ex primer ministro Papandreu anunciar un referéndum, retractarse, ganar un voto de confianza en el Parlamento para finalmente dimitir y dar paso a un gobierno de “acuerdo nacional” a las órdenes de los financieros de la UE? Precisemos de entrada lo siguiente: contrariamente a una impresión ampliamente difundida en y por los medios de comunicación internacionales, lo que precipitó los acontecimientos no fue el anuncio de un referéndum en relación a las decisiones de la cumbre europea del 27 de octubre, sino la situación preinsurreccional en la que estuvo sumergida Grecia desde los días 19 y 20 de octubre, y de manera más clara, desde los altercados que acompañaron a la fiesta nacional del 28 de octubre. Por lo demás, a esta situación es a lo que venía a responder la iniciativa de alto riesgo de Papandreu y que resultó ser fatal para su suerte [3].
En este sentido, los últimos acontecimientos se deberían comprender como la prolongación lógica de las tendencia que aparecieron el pasado mes de junio, cuando la movilización del “pueblo de las plazas” llegó a un pico y desencadenó la primera fase de la crisis política [4]. Papandreu se situó entonces por unas horas en posición de dimisionario en busca de un acuerdo de gobierno de “acuerdo nacional” con el dirigente de la oposición de derecha Antonis Samaras. Si bien este episodio se cerró rápidamente por medio de una simple remodelación gubernamental, no dejó de poner en evidencia los tres determinantes principales de la secuencia que desemboca en la situación actual:
- un aumento de las movilizaciones que adquiere el cariz de un auténtico levantamiento popular,
- la acentuación de la crisis del sistema político y su transformación en crisis de Estado,
- el papel de tipo neocolonial desempeñado por la UE convertida en actor principal de la escena política del país.
Por consiguiente, resulta necesario hacer un breve análisis de estos tres factores antes de abordar las cuestión de las perspectivas de la izquierda radical en esta nueva coyuntura.
El levantamiento popular
La huelga general de 48 horas de los días 19 y 20 de octubre confirmó que había entrado en una nueva fase el ciclo de movilización emprendido desde la votación el 5 de mayo de 2010 del Memorándum entre el gobierno griego y la a partir de entonces famosa “Troika”(UE, BCE, FMI). La magnitud y combatividad de las manifestaciones, su difusión en el conjunto del territorio [5], la variada composición social de los participantes (personas asalariadas del sector público y del privado, personas desempleadas, jóvenes, pequeños comerciantes y empresarios, personas jubiladas), pero también la preparación de estas dos jornadas por medio de toda una serie de acciones a menudo inéditas (ocupaciones de edificios públicos, incluidas las sedes de ministerios y de prefecturas, la negativa a pagar las nuevas tasas, huelgas prolongadas en algunos sectores como los basureros o el personal hospitalario), todos estos elementos dibujan el cuadro de una movilización obrera y popular ascendiente, que dispone de importantes reservas y del apoyo mayoritario del cuerpo social. Por decirlo con otras palabras, a lo que hemos asistido en las calles de Atenas y de las ciudades del país es a la convergencia del “pueblo de las plazas” de la pasada primavera (cuya masa estaba compuesta por electores indignados de los dos “partidos del gobierno”, PASOK y ND) y del movimiento popular organizado. El fortalecimiento del papel desempeñado por sus componentes tradicionales, sindicales y políticos, jugó en este sentido, sobre todo la movilización del Partido Comunista Griego (KKE) y de su frente sindical (PAME). Bajo la presión de su base y de su entorno social este partido se desmarcó de la rutina habitual en él y que consiste en hacer desfilar sus propios cortejos de manera cuidadosamente diferente del resto de los manifestantes, y quiso ocupar el terreno de manera visible y prolongada organizando el cerco al Parlamento el 20 de octubre. Efectivamente, lo hizo con su sectarismo de costumbre ya que una vez más negó toda unidad de acción con las demás fuerzas de la izquierda radical. Esto no justificaría en modo alguno el ataque militarizado, con un objetivo mortífero (cóckteles molotov lanzados contra el SO y los cortejos del PAME), de los que fue blanco por parte de un sector del movimiento Black Bloc y que se saldó con la muerte de un obrero que trabajaba en el edificio y militante del PAME, y con la hospitalización de unos cuarenta manifestantes procedentes de sus filas, tres de los cuales se encuentran graves [6].
A pesar de estos incidentes, que dejaron un regusto amargo, se estableció una dinámica de acción de calle, la cual resurgió durante las manifestaciones que estallaron con ocasión de las conmemoraciones del 28 de octubre [7]. Unas manifestaciones que en el plano simbólico se pueden considerar el equivalente de una “Toma de la Bastilla” a la griega. En ese día de confirmación de las autoridades del Estado en su papel de representante de la nación, llamada a desfilar bajo su mirada, fueron expulsadas un poco en todas partes de su lugar físico y simbólico, a saber, de las tribunas oficiales [8], inmediatamente invadidas por la masa. Una masa que declara de este modo que ella es la única encarnación legítima del todo social. Esta conquista simbólica de la plaza vacía (o, más bien, vaciada) del poder por el pueblo “en persona” se expresó ampliamente por medio de la multiplicidad de las significaciones que marcaron esta jornada: consignas que relacionaban el “no” de 1940 con la situación presente y asimilaban a los gobernantes actuales con los “colaboracionistas”, recuperación de los cantos de la Resistencia y de la lucha contra la dictadura de los coroneles, quema de banderas alemana y de la UE ante masas alborozadas. Como pudo constatar el corresponsal de Le Monde, “la jornada se transformó en una jornada del no a la "Troika" y a la austeridad” [9] . Todo ello indica que para amplios sectores sociales emerge un relato nacional y popular alternativo al del poder, que hace converger la dimensión social y la dimensión nacional de la protesta y enlaza el presente con la memoria popular de la “larga duración” histórica.
Se franqueó así un umbral histórico y parece poco probable que disminuya la movilización, aunque el hecho de retomarla pase por un periodo de adaptación a la nueva situación creada por la conmoción en la cumbre del Estado. Tanto más cuanto que no deja de empeorar la situación económica del país, ya dramática: la tasa de paro ha llegado oficialmente al 18,4%, pero en la realidad está más cerca del 25%; los asalariados y jubilados han perdido aproximadamente una tercera parte de sus ingresos, las tasas exorbitantes votadas recientemente acaban de sangrar a los hogares, los servicios públicos están en la ruina, la tasa de suicidio, tradicionalmente una de las más bajas de Europa, ha aumentado un 40% en un año, mientras que la situación sanitaria de la población se deteriora de manera dramática, como revela un estudio publicado en la prestigiosa revista médica The Lancet [10], que llega a la conclusión de que existe una “tragedia griega. En estas condiciones parece simplemente impensable que pueda mantenerse mucho tiempo un gobierno que se dispone a administrar una nueva poción de austeridad a una población exangüe.
La profundización de la crisis política
Por su amplitud y su aspecto inédito, a saber, la entrada en escena de masas hasta entonces relativamente pasivas y desprovistas de cultura política cohesiva, el “movimiento de las plazas” del mes de junio creaba las condiciones de la transformación de una crisis económica y social en una crisis política generalizada. Una crisis que en referencia a los análisis de Gramsci podemos calificar de “crisis orgánica”. El aumento de la fuerza de la protesta popular revelaba un momento de ruptura de las relaciones establecidas de representación entre los principales grupos sociales y sus formas de expresión partidaria que se traduce en el “repentino paso [de estos grupos] de la pasividad política a una forma de actividad y de reivindicación que en su unidad no orgánica constituyen una revolución”. Esta crisis , continúa el revolucionario italiano, se convierte entonces en “una crisis de poder y en ello es exactamente la crisis de hegemonía o crisis de Estado en su conjunto[11].
Confrontado a una situación de crisis generalizada, el sistema político tiende a autonomizarse de las relaciones de representación y de las reglas de la alternancia parlamentaria. Gramsci hablaba de tendencia al “bonopartismo” o al “cesarismo”, que pueden imponerse incluso “sin Cesar, sin personalidad heroica y representativa”. En un régimen parlamentario estas soluciones adoptan la forma de gobiernos de “gran coalición”, que relacionan de manera directa unos intereses económicos y sectoriales de las clases dominantes con unas fracciones del personal político separadas de sus anteriores vínculos partidarios. Diferentes en ello del fenómeno bonapartista personalizado y circunscrito al siglo XIX, estas soluciones ofrecen mucha más flexibilidad a costa, sin embargo, de una inestabilidad crónica. Sin embargo, se trata de formas de construcción que eluden (y/o alteran muy significativamente) las mediaciones de tipo representativo y la legitimación electoral sin romper, no obstante, explícitamente con el marco parlamentario existente, aunque llegado el caso puedan preparar el terreno para esa evolución [12].
En este marco es donde hay que situar el proceso de construcción de un gobierno de “acuerdo nacional” como el dirigido por Papademos. La idea estaba en el aire desde hacía tiempo y, como hemos visto, se probó brevemente en junio. Pero la urgencia de esta salida sólo se impuso con la secuencia insurreccional que se desplegó entre el 19 y el 28 de octubre. Unos índices como la parálisis casi completa de la administración del Estado, acentuada por la oleada de ocupaciones de edificios públicos o la sustitución repentina de la totalidad del Estado mayor militar, que no ocultaba su oposición a los cortes presupuestarios que afectan profundamente al ejército, también van en este sentido y dan muestra de que se había alcanzado al funcionamiento de la maquinaria estatal en su propio corazón.
En estas circunstancias suele ser habitual que los poderes tambaleantes tomen unas iniciativas que acaban por extender el fuego que se suponía ellos iban a controlar, si no a apagar. El anuncio de un referéndum por parte de Papandreu, que se suponía se basaba en el acuerdo alcanzado durante la cumbre europea del 27 de octubre, era el ejemplo tipo de semejante gesto que, independientemente de las intenciones de su autor, funcionó, sin embargo, como una prueba de verdad para el sistema político griego y para toda la UE. El reto lanzado por el dirigente del PASOK sembró el pánico en las Bolsas y provocó la cólera del directorio franco-alemán, el cual, de manera completamente explicable, se sobresaltó sólamente con el enunciado de la palabra “referéndum”, ya que la UE no salió fortalecida de los precedentes episodios de este género y en unas condiciones incomparablemente más favorables que las que ofrecía la situación de Grecia. La humillación padecida por Papandreu en al cumbre de Cannes, sin precedentes para un dirigente de un país europeo, era la consecuencia lógica de esta falsa, por demasiado tardía, ingenuidad democrática.
En el frente interno, el gesto de Papandreu, seguido de las presiones directas ejercidas por los dirigentes europeos, sin duda aportó más el resultado esperado. En efecto, reveló que se contestaba al primer ministro saliente en el seno de su propio partido “a su derecha” por un ala de integristas neoliberales reunidos en torno a lo que se califica de “talibanes de Memorándum” o de “troika interna” [13], que rechazó inmediatamente la idea de un referéndum y adelantó la idea de un gobierno de “unidad nacional”. Si minó un poco más la cohesión de su partido, sin embargo Papandreu marcó unos tantos ante la oposición de derecha. Situada ante la casi certidumbre de una victoria del “no” a los acuerdos del 27 de octubre y del chantaje ejercido por la UE (un “no” equivalía a la salida del euro), la derecha luchó enérgicamente contra la propuesta de referéndum. Pero, acto seguido, se vio fuertemente obligada a ceder a las exigencias de “consenso” formuladas desde el inicio de la crisis de la deuda por los medios de los negocios y por los dirigentes europeos. La extrema derecha, por su parte, campeona desde la primavera de 2010 de un “acuerdo nacional” para establecer enérgicamente la “terapia de choque” se siente triunfar. Su líder, Giorgos Karandzaféris, se planteó abiertamente como el “padrino” del nuevo gobierno de “unidad nacional”, que le permite acceder a la tan deseada respetabilidad institucional. Le siguieron las formaciones periféricas de centro derecha (la pequeña formación ultra-liberal y europeísta Alianza Democrática de Dora Bakoyanni, canciller de Samaras en la dirección de la ND en noviembre de 2010) y de centro-izquierda (la Izquierda Democrática, surgida de una escisión derechista de Synaspismos, y los ecologistas), con algunas reservas de forma para los últimos. De este modo se abría la vía para el proceso que ha desembocado en la constitución de un gobierno dominado por los intereses de las finanzas europeas.
La UE como potencia neocolonial
El papel de la UE en este asunto merece sin duda algunas observaciones específicas. En efecto, suponiendo que en Grecia subsistiera todavía alguna apariencia de soberanía nacional y de funcionamiento democrático, aunque sea “formal”, de las instituciones parlamentarias, éstas pertenecen en adelante a un tiempo pasado. La manera como Papandreu fue obligado a retractarse del referéndum, después de ver cómo se le dictaba de la manera más humillante los términos de la pregunta que se iba a hacer (¡e incluso la fecha de su celebración!), tanto las condiciones de su salida del poder como las maniobras que se llevaron a cabo en la más completa opacidad para constituir un gobierno de “acuerdo nacional” constituyen en el sentido más estricto un “golpe de Estado blanco”, el primero cuya concepción y establecimiento se han hecho bajo la dirección de la UE. ¿Es necesario señalar hasta qué punto este gobierno está desprovisto de la menor legitimidad democrática, en el sentido más banal del término, tal como ésta se expresó sobre todo en el escrutinio de octubre de 2009? Y, sin embargo, la tarea que se le confió explícitamente (la aplicación de los acuerdos del 27 de octubre, con unas medidas de austeridad aún más graves que todas las anteriores, acompañadas de la puesta bajo tutela permanente y de la venta en subasta de la casi totalidad del patrimonio público restante) comprometerá al país para las futuras décadas.
Dos elementos dan una idea del radicalismo político neoliberal que anima a Papademos y a quienes lo rodean. En un artículo publicado simultáneamente en el diario griego To Vima y en Financial Times el 23 de octubre [14] el actual primer ministro había rechazado la propuesta de reducción del 50% de la deuda griega que tienen los bancos y otras instituciones privadas, que fue adoptada finalmente por la cumbre europea del 27 de octubre, y quería atenerse únicamente a la reducción del 21% prevista por la cumbre del 21 de julio, bajo la presión de Sarkozy y considerada casi por unanimidad escandalosamente favorable a los bancos y completamente insoportable para el país. Por lo tanto, mejor apostar por la “generosidad” o el realismo de Angela Merkel en materia de pago de la deuda griega que por el actual primer ministro. Además, una de las exigencias principales de Papademos y de sus apoyos europeos, en la línea de su obstinado rechazo del referéndum, consistió en descartar la idea de elecciones anticipadas que, sin embargo, eran una de las condiciones que Samaras y la ND habían puesto para su apoyo a un posible gobierno de “unidad nacional”. Sigue reinando la confusión a este respecto ya que Samaras retomó en su declaración posterior a la formación del gobierno la fecha del 19 de febrero que había anunciado inicialmente. Asumiendo plenamente la lógica bonapartista antes mencionada, Papademos y la UE no quieren un simple equipo de transición encargado de una misión limitada. Lo que ellos quieren establecer es un gobierno de combate, como pone de relieve protegido por el anonimato uno de los ex colegas del primer ministro en el BCE: “a la cabeza del gobierno griego [Papademos] deberá aprender, sin embargo, a resolver las cosas con dureza, a crear descontentos” [15]. No cabe la menor duda de que franqueado por sus ministros del LAOS y de los defensores de la “troika interna” aprenderá muy rápido
En cualquier caso, han caído las máscaras : la UE aparece tal como es, una amenaza mortal para las más elementales reglas democráticas, las del régimen parlamentario liberal. Y es que no hay que equivocarse: no tiene nada de coincidencia la simultaneidad de los cambios de gobierno en Grecia e Italia, la toma de poder en ambos caso por unos apoderados de los bancos, salidos de las entrañas de la UE (BCE en el caso de Papademos, Comisión Europeo en el de Monti), que cultivan unas relaciones directas con los medios de los negocios. Efectivamente, desde que estalló la crisis de las deudas soberanas Grecia es una cobaya de la “terapia de choque” que las clases dominantes están decididas a poner en marcha y, como vio muy bien Naomi Klein [16], esto no se puede hacer en el marco político e institucional existente (al menos para las normas de un país de la Europa del oeste). Las “terapias de choque” son indisociables de los “desastres” y llevan a la instauración de un “estado de emergencia” cada vez más banalizado. Y en el marco europeo de los 27 países que forman parte de él, quienes dirigen son la UE, sus instituciones y su directorio franco-alemán (a decir verdad, más alemán que francés). Sin embargo, en el seno de la izquierda europea, incluidas sus alas radicales, hay un empeño en eludir esta realidad y en no medir sus consecuencias [17] cultivando, por ejemplo, la ilusión de una “reformabilidad” de las instituciones de la UE o de una conmoción sociopolítica simultánea en los principales países europeos que permitiría librarse de hacer frente a la maquinaria de la UE como tal.
La paradójica impotencia de la izquierda radical griega
Desde el inicio de la crisis de la deuda la izquierda radical griega se encuentra en una posición paradójica. Se refuerza en el plano electoral partiendo de un nivel que es ya el más elevado de Europa (cf. el cuadro al final del artículo). Sus militantes son muy activos en las movilizaciones aunque el “movimiento de las plazas” haya mostrado sus dificultades para abrirse a unos sectores sociales exteriores a sus esferas tradicionales de influencia. Sin embargo, se esfuerza por intervenir políticamente en la situación, por proponer una alternativa creíble a las bárbaras políticas establecidas y rechazadas por la casi totalidad de la sociedad. Debido a ello no logra dar con una salida política a la oleada de cólera popular que corre el peligro de conocer una trayectoria “argentina”: un levantamiento popular capaz de hacer caer el poder establecido pero desprovisto de una solución política de recambio.
Dos factores tienen un peso particular en esta realidad. En primer lugar, la profunda división o, más exactamente, el ambiente de guerra intestina que reina entre sus dos componentes principales: por una parte el Partido Comunista (KKE), encorsetado en una línea sectaria y nostálgica del pasado estalinista, y que sigue siendo la fuerza dominante tanto en el plano electoral como en el militante y, por otra, la Coalición de la izquierda radical (Syriza), que predica un enfoque unitario pero no logra encontrar una coherencia interna entre sus múltiples componentes y tendencias, y tiende a replegarse en una propuesta de unidad “a la mínima” basada en un simple rechazo de la austeridad. Aunque es necesaria para la unidad de acción, esta base resulta ser insuficiente cuando se plantea la cuestión de una alternativa al poder.
Situadas ante este temible reto, estas formaciones tiene muchas dificultades para formular unas propuestas precisas y un tanto audibles sobre las cuestiones clave en las que se juega la legitimidad de las políticas llevadas a cabo y la posibilidad de otra lógica, a saber, la deuda y la cuestión del euro y, de manera más amplia, de las relaciones con al UE. La línea mayoritaria en el seno de Syriza y, sobre todo de su componente principal, Synaspismos, es proponer una renegociación de la deuda en el marco de la UE y de la zona euro, sin recurrir al cese del pago. La cuestión del euro o de la estructura antidemocrática de la UE se minimizan o se remiten a un futuro indeterminado, cuando un “movimiento social europeo” haya cambiado las tornas a nivel de toda la UE o cuando menos de su núcleo principal. ¿Hay que precisar que estas propuesta parecen completamente desfasadas de la situación, poco creíbles y suscitan una reacción interna cada vez mayor?
Ante este impasse, importantes corrientes de Synaspismos (la “corriente de izquierda ” dirigida por el actual portavoz parlamentario de Syriza Panagiotis Lafazanis) así como otros componentes de Syriza reagrupados en el Frente para la Solidaridad y la Ruptura (dirigido por el ex presidente de Synaspismos Alekos Alavanos) suben el tono y rompen con el consenso europeísta. Predican una renegociación de la deuda “a la Kirchner”, que se lleve a cabo bajo la presión de un cese del pago a iniciativa del país prestatario, acompañada de la salida del euro y de la nacionalización del sector bancario que permitirían una devaluación de la moneda y una salida de la lógica de la “devaluación interna” (basada en una bajada drástica del coste del trabajo) impuesta por las curas de austeridad. Además de los argumentos económicos también se consideran necesarios por razones políticas una ruptura con el euro y la lógica de las instituciones europeas, sin salida inmediata de la UE: ¿cómo sacar al país de la tutela bajo la que se encuentra actualmente y relanzar un funcionamiento democrático sin aceptar un desacoplamiento, aunque sea parcial, de la UE y el restablecimiento de su soberanía nacional? Por ello esta agenda ya la defiende el reagrupamiento de las fuerzas de la extrema izquierda Antarsya, que tuvo algunos éxitos electorales durante las elecciones regionales y municipales de noviembre de 2010 (cf. el cuadro al final del artículo) y que defiende el cese del pago, la salida del euro y la nacionalización de la banca como base de un programa de ruptura capitalista. Sin embargo, a pesar de importantes convergencias y de una audiencia cada vez mayor, el “polo anti UE” de la izquierda radical no logra coordinarse y adquirir visibilidad.
La situación está aún más anquilosada en el Partido Comunista (KKE). Tradicionalmente hostil a la UE y partidario de la salida de Grecia de la UE, sin embargo este partido se muestra muy prudente en este terreno desde que empezó la crisis y subraya que todos estos problemas, incluido el de la deuda, sólo se podrán resolver una vez que “se derroque el poder del capital monopolista” y se instaure “el poder popular”, bajo la dirección del partido, naturalmente. Esta retórica “izquierdista” sirve en realidad para justificar una práctica quietista en el plano de las movilizaciones, preocupada ante todo por rechazar cualquier forma de unidad de acción y acusa a Syriza (y a Antarsya) de ser “fuerzas oportunistas” que “hacen el juego a la burguesía y a la UE”.
En realidad, al igual que los dirigentes de Syriza, los del KKE manejan un discurso radical, pero desencarnado, con la vista puesta sobre todo en los sondeos que otorgan a la izquierda radical los mejores resultados desde la década de 1970 (cf. el cuadro al final del artículo). Parecen contentarse con este papel de receptáculo pasivo de la cólera popular, papel compartido que crea entre ellos una especie de extraña complicidad más allá de la virulencia de las polémicas. Por decirlo con otras palabras, lo que en ambos casos se excluye, aunque por recorridos opuestoa, es la idea de una alternativa que se construye sobre unos objetivos transitorios y responde concretamente a los cruciales problemas planteados por la crisis: deuda, pertenencia al euro, modelo económico, refundación democrática, independencia nacional y relaciones con la UE.
Esta perversa complicidad es lo que explica que la propuesta de referéndum de Papandreu en un primer momento pusiera en un aprieto tanto a Syriza como al KKE, sobre todo cuando se vio que se plantearía la cuestión del euro y de una ruptura concreta con la jaula de hierro impuesta por la UE. En vez del referéndum, que acabaron por apoyar apelando a votar “no”, Syriza y el KKE prefirieron adelantar la consigna de las elecciones anticipadas. Siguen haciéndolo con la esperanza de transformar en escaños los resultados que les conceden las encuestas de opinión.
Sin embargo, esta gestión rutinaria de una situación extraordinaria en todos los sentidos del término resulta estar cargada de peligros. La formación del gobierno de Papademos, que sella el frente común de las clases dominantes griegas y europeas, sitúa a la izquierda radical griega entre la espada y la pared. Lejos de ser una fuerza marginal, condenada a un papel testimonial, se ve investida a partir de ahora de una responsabilidad verdaderamente histórica: construir un frente social y político capaz de aceptar el desafío lanzado por un adversario desestabilizado pero tanto más peligroso y dispuesto a todas las aventuras. Si ella flaquea y resulta ser incapaz de cambiar las tornas, muy bien podría ser barrida del escenario como lo fueron todas las fuerzas políticas, incluida la izquierda radical, de los países que ya han padecido la “estrategia del choque”.
Por ello, esta responsabilidad está lejos de ser una responsabilidad únicamente nacional. En un ruidoso artículo publicado el pasado mes de junio en el New York Times el historiador británico y especialista en historia griega contemporánea Mark Mazower recordaba a todos aquellos y aquellas que sólo tienen ojos para las glorias de la Antigüedad que en el curso de los dos últimos siglos la Grecia moderna se ha encontrado varias veces “en primera línea de la evolución europea[18]. Emprendiendo una guerra de independencia, que los propios griegos siempre han llamado “la Revolución de 1821”, fueron los primeros en hacer tambalear el orden de la Santa Alianza. Fueron la vanguardia de la lucha antifascista por medio de su “no” en 1940, de sus victorias contra las tropas de Mussolini y de su lucha masiva contra el ocupante. Levantándose hace 38 años contra la dictadura de los coroneles enseñaron el camino a otros pueblos, del sur europeo o de América Latina, que padecía una opresión comparable. Por consiguiente, puede que volviendo a enlazar con ese hilo que atraviesa su historia moderna Grecia dé una vez más la señal del levantamiento europeo contra la opresión, esta vez contra la dictadura de los financieros, de los especuladores y de sus patéticos comisarios políticos.
Stathis Kouvélakis es profesor de filosofía política en el King’s College de la Universidad de Londres.
Las fuerzas política en Grecia: resultados electorales y tendencias recientes
Las últimas elecciones legislativas tuvieron lugar en octubre de 2009. El PASOK resultó vencedor con un 44% de los votos, uno de sus mejores resultados desde la década de 1990, y 160 escaños (de los 300 con los que cuenta el Parlamento). Hay que señalar que diez diputados desertaron de las filas del PASOK desde la votación del memorándum al que se llegó entre el gobierno y la troika (BCE, UE, FMI) en mayo de 2010, siete de los cuales mantuvieron su escaño, lo que sitúa los efectivos del grupo parlamentario del PASOK en 153 diputados, que corresponde a los votos recibidos por el gobierno saliente de Papandreu durante el voto de confianza del 4 de noviembre.
La Nueva Democracia (derecha) obtuvo un 33,4% de los votos, los peores resultados de su historia. La extrema derecha del LAOS (Agrupación Popular Ortodoxa) obtuvo un 5,6%, con lo que progresó sensiblemente desde las anteriores elecciones (+1,8%).
Los ecologistas, que tienen un perfil de “centro-izquierda moderna”, social-liberal en las cuestiones económicas, obtuvieron un 2,53%.
A la izquierda del PASOK, el Partido Comunista (KKE) obtuvo un 7,6%, que supone un retroceso del 0,6% respecto a los resultados de 2007, y la Coalición de la Izquierda Radical (Syriza) un 4,6%, que supone un retroceso del 0,4% respecto a los resultados de 2007. Syriza reúne a una decena de componentes (que van desde el maoísmo al trotskismo pasando por sensibilidades “movimientistas”), el principal de los cuales es Synaspismos (Coalición de Izquierda), surgida de dos escisiones sucesivas del KKE (1968 y 1991). Hay que señalar que una buena parte de las organizaciones de la izquierda radical y de la extrema izquierda griega también ha surgido de escisiones o de salidas colectivas del KKE.
La extrema izquierda presentó tres listas, que suponen un total del 0,7%. El componente principal, Antarsya (0,36%), es una reagrupación de una decena de organizaciones y registró unos resultados a menudo significativos durante las elecciones municipales y regionales de 2010 (sobre todo, un 2,3% en la región de la capital y un 3% en la ciudad de Atenas). De manera general estas elecciones estuvieron marcadas por un avance de la izquierda radical, esencialmente del KKE, que pasó del 10 al 14,4% en la región de la capital (Atenas-Pireo y sus barrios periféricos), la cual reagrupa a una tercera parte del total del electorado y alcanza el 11% de los votos expresados a nivel nacional.
Actualmente los sondeos muestran una amplia desconfianza del electorado en relación a los partidos políticos, ya que aproximadamente una tercera parte de las personas entrevistadas se niegan a indicar una preferencia, y muestran también una clara tendencia a la fragmentación del paisaje político. Sobre la base de proyecciones efectuadas a partir de las respuestas dadas por las personas que indicaban una elección, la horquilla de las estimaciones es del 18 al 22% para el PASOK, del 30 al 33% para la ND y del 6 al 8% para el LAOS, a los que hay que añadir el 2% que suele obtener habitualmente la organización neonazi Aurore Dorée (que en Atenas obtuvo un 5% en las municipales de 2010).
Las pequeñas formaciones de centro-izquierda obtuvieron de un 3 a un 4% para los ecologistas y de un 3 a un 5% para la Izquierda Democrática, creada por los disidentes de Synaspismos al que acusan de una “deriva izquierdista”. Se calcula entre un 7 y un 10% para Syriza, de un 10 a un 13% para el KKE y entre un 1 y un 2% para Antarsya. Según estos cálculos ningún partido obtendría la mayoría de escaños del Parlamento.
Notas:
[1] Marx añadía lo siguiente, que suena extrañamente actual: “el endeudamiento del Estado tenía un interés directo para la fracción de la burguesía que reinaba y legislaba por medio de las Cámaras. De hecho, el déficit del Estado era el objeto mismo de su especulación y la fuente principal de su enriquecimiento. Al final de cada año, nuevo déficit. Al cabo de cuatro o cinco años, nuevo préstamo. Y cada nuevo préstamo ofrecía a la aristocracia financiera una nueva ocasión de estafar al Estado el cual, mantenido artificialmente al borde de la bancarrota, estaba obligado a negociar con sus banqueros en las condiciones más desfavorable”, Karl Marx, Les luttes de classes en France, “Folio”, Gallimard, 2002, p. 11-12.
[2] Según los datos disponibles, que se refieren a 300.000 millones de un total de 360.000 millones de la deuda soberana del país, 146.000 millones, es decir, casi la mitad, pertenecen a los bancos e instituciones financieras de la UE, a los que se añaden 42.000 millones que poseen el FMI; y los bancos fuera de la UE poseen el resto, esto es, una tercera parte de la deuda total, cuya asignación se sabe que la poseen unos banco y otras instituciones griegas. Cf. Research on Money and Finance, Breaking Up? A Route Out of the Eurozone Crisis, noviembre de 2011, p.71. Documento disponible en http://www.researchonmoneyandfinance.org.
[3] El corresponsal de Libération lo vio claramente: “la decisión de Papandreu […] es el resultado de una inevitable erosión del gobierno que al cabo de dos años de una muy severa política de austeridad se enfrenta a una presión insoportable. En la calle, como lo atestiguan las huelgas cotidianas en diversos sectores de la economía y los inmensos cortejos de manifestantes que bloquean regularmente las calles de Atenas, o en el Parlamento, donde la contestación ha ganado progresivamente las filas del PASOK”, Philippe Cergel, “Papandréou, un pari fou”, Libération, 2 de noviembre de 2011.
[4] Cf. sobre este momento Stathis Kouvélakis, “Le chaudron grec”, 20 de junio de 2011, disponible en: http://alencontre.org/europe/le-chaudron-grec.html.
[5] Según cálculos más serios, las manifestaciones reunieron a unas 300.000 personas en Atenas y al menos a medio millón en el conjunto del país (que cuenta con 10,5 millones de habitante). Los cortejos de manifestantes eran particularmente impresionantes en las ciudades de provincia y la huelga paralizó el conjunto del sector público y la mayoría de las empresas privadas. La casi totalidad del pequeño comercio y una buena parte de las PME se unieron al movimiento a iniciativa de los patrones.
[6] Dimitris Kotsaridis, secretario de la Unión Local de Vironas (barrio de Atenas) del Sindicato de Obreros del Cemento, de 53 años, sin duda murió a consecuencia de los problemas cardíacos probablemente desencadenados por los gases lacrimógenos lanzados por la policía en la confusión que siguió a los incidentes. Está en curso la investigación sobre las circunstancias de su muerte.
[7] La fiesta nacional del 28 de octubre conmemora el “no” del gobierno griego al ultimátum lanzado por Mussolini en 1940. Durante la guerra greco-italiana que vino a continuación las tropas griegas, galvanizadas por un espíritu de resistencia que venía de abajo, lograron impactantes victorias en territorio albanés, las primeras de las fuerzas antifascistas durante el conflicto mundial. Fue necesario el ataque de la Wehrmacht en la primavera de 1941 para doblegar la resistencia griega y acabar en la ocupación del país por los ejércitos del Eje. Esta jornada se conmemora con un desfile militar, previsto este año en Tesalónica, y con desfiles de los alumnos de secundaria y de cuerpos civiles en el conjunto de las comunas del país.
[8] Incluido el presidente de la República, Karolos Papoulias, personaje simbólico, procedente de la vieja guardia del PASOK y muy respetado. Su salida de las tribunas oficiales en Tesalónica provocó la anulación del desfile militar, aunque desfilaron los alumnos de secundaria, los cortejos de civiles y los reservistas, muchos con el puño levantado, bajo las aclamaciones de la multitud.
[9] Alain Salles, “Le coup de poker de Georges Papandréou”, Le Monde, 2 de noviembre de 2011.
[10] Cf. Alexander Kentelenis et alii, “Health Effects Of Financial Crisis: Omens of a Greek Tragedy”, The Lancet, vol. 378, n° 9801, 22 de octubre de 2011, pp. 1457-1458, disponible en: http://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736%2811%2961556-0/fulltext.
[11] Las citas de Gramsci están extraídas del cuaderno 13, § 23. Cf. Antonio Gramsci, Cahiers de prison. Cahiers 10, 11, 12, 13, Gallimard, 1978.
[12] El caso típico era sin duda el de los gobiernos Brüning en la república de Weimar que tocaba a su fin, que abrieron el camino a la toma de poder de los nazis.
[13] Se trata del grupo constituido por los ministros de Educación Anna Diamantopoulou, de Sanidad Andréas Loverdos y del vice-ministre de Defensa Giannis Ragousis. En una tribuna común publicada el 16 octubre defendieron un establecimiento integral y enérgico de los paquetes de austeridad, preconizaron una línea de enfrentamiento asumido tanto con el movimiento sindical (“los corporatismos son nuestro adversario), como con quienes sólo defiende de manera “tibia” las medidas adoptadas, y dejaron ver unas amenazas respecto a una posible “masacre” si no se restablecía rápidamente la “autoridad del Estado”.
[14] Cf. Lucas Papademos, “Forcing Greek Restructuring Is Not The Answer”, Financial Times, 23 octubre de 2011.
[15] Palabras citadas  en Clément Lacombe y Allain Salles, “M. Papadémos désigné premier ministre en plein chaos politique et économique”, Le Monde, 12 de noviembre de 2011.
[16] Cf. Naomi Klein, La stratégie du choc. La montée du capitalisme du désastre, Actes Sud, 2008. [Hay traducción al castellano de Isabel Fuentes García et allii, La doctrina del “shock”: el auge del capitalismo del desastre , Barcelona, Paidós, 2007]
[17] Cf. Antoine Schwarz, “La gauche française bute sur l’Europe”, Le Monde diplomatique, junio de 2011.
[18] Mark Mazower, “Democracy’s Cradle, Rocking the World”, disponible en http://www.nytimes.com/2011/06/30/opinion/30mazower.html.
Fuente: http://www.contretemps.eu/interventions/grèce-coup-état-européen-face-soulèvement-populaire

Vìa :
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=139686

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