miércoles, 8 de septiembre de 2010

Colombia : Empresa jesuita, bicentenario y fascismo colombiano Por: Alberto Pinzón Sánchez

El Fascismo es un régimen burgués de excepción en la época del Imperialismo, surgido como respuesta a una profunda crisis capitalista. Es la dictadura sanguinaria y terrorista de los Monopolios capitalistas (especialmente financieros) apoderados de todo un Estado puesto a su servicio, con el fin de dominar y someter absolutamente a los trabajadores y exterminar sus organizaciones usando brutales fuerzas paramilitares (camisas pardas o negras).


Es un fenómeno complejo tanto económico como superestructural de larga y tórpida evolución eminentemente urbano, apoyado masivamente por las clases medias arribistas victimas de la crisis, y que busca la subordinación del campo a la ciudad basándose en los gamonales latifundistas (los agrarios de Gramsci) o en el caso alemán, en las retrógradas tradiciones militaristas de los Junkers prusianos. El fascismo no es un fenómeno Rural, ni menos Feudal, sino su negación dialéctica.

Esta última formulación es fundamental para entender el fascismo colombiano que adquiere su expresión moderna y plena en el gobierno de Uribe Vélez y su continuación con Juan Manuel Santos; como un Estado militarista, terrorista y narco paramilitar apoyado (en todos los sentidos) por el gobierno de los EEUU, y que se basa, imbrica o se enraíza en la tradición histórica de la Oligarquía colombiana del Poder hacendatario del régimen capitalista dependiente, impuesto por Francisco de Paula Santander en su forma republicana mediante una mezcla de guerras civiles y leguleyismo, después de la guerra anticolonial y de liberación de España o primera Independencia.

Cuando en 1767 el rey Carlos III de España expulsa a los “padres teatinos” o jesuitas de sus dominios coloniales por considerar que dependen directamente del Poder Vaticano y no de su trono; en Colombia se comprueba que la “empresa jesuita” como la llama el historiador Germán Colmenares, es después de la del Paraguay la segunda empresa más grande en el mundo colonial español, que abarca prácticamente toda una Provincia geográfica hoy conocida como la Orinoquia colombiana.

Una poderosa maraña o sistema económico e ideológico basado en grandes haciendas esclavistas (con 1.012 esclavos) destinadas a la exportación, con un núcleo productivo ubicado en la gran Hacienda de “Caribare” en el Casanare y una amplia red subsidiaria de misiones o reducciones de fuerza de trabajo indígena, centros de enseñanza, seminarios, rutas de exportación por el rió Orinoco, abastecimiento de carne a las ciudades del altiplano andino y de importación de esclavos en Cartagena, con un centro intelectual en el colegio mayor de San Bartolomé de Bogotá.

Con esto, se puede entender porqué F P Santander, el mejor alumno del colegio jesuita de San Bartolomé, refugia en los llanos del Casanare entre 1816 y 1819. Su pelea irreconciliable con Páez quien quería anexar la provincia jesuita a Venezuela, y porqué algunos conjurados de la noche septembrina que lograron escapar también buscaron refugio allí. Pero sobre todo se le puede dar sentido al lamento terminante del general en su laberinto, durante el dolorido viaje por el río Magdalena, cuando apedreado por la pandilla de condiscípulos del “truchimán Santander” dice con la realidad de la agonía; que todo el desastre que lo está llevando a la muerte se debe a que no le quiso entregar la Gran Colombia al colegio de San Bartolomé.

Y aquí está la raíz histórica del actual fascismo colombiano: La profunda simbiosis regresiva entre Iglesia católica y el Poder Oligárquico de Colombia, mediatizado durante un bicentenario por el capital Imperialista. Alianza simbiótica sostenida ideológicamente viva hasta hoy por intelectuales citadinos como Silvio Villegas, Alzate Avendaño, Laureano Gómez y sus descendiente, junto con prelados como el jesuita Félix Restrepo y la amplia gama de colaboradores de su revista javeriana sobre “corporativismo”; o el inefable obispo en proceso de santificación por el Estado Vaticano Miguel Ángel Builes, quien duró vivo hasta 1971 ejerciendo directamente su beatífica y férrea influencia ideológica con sus proclamas pastorales desde su diócesis y desde el seminario de Yarumal en Antioquia.

Simbiosis ampliamente documentada y explicada por historiadores y científicos sociales, que Simón Bolívar veía proféticamente antes de morir: “ Tomó el aire que le faltaba y prosiguió - claro que todos son unos santos varones al lado del truchimán Santander. Sus amigos se roban el dinero de los empréstitos ingleses comprando papeles del Estado por la décima parte de su valor real y el propio Estado se los acepta después al cien por ciento…

Aborrezco a las deudas más que a los españoles, dijo. Por eso le advertí a Santander que lo bueno que hiciéramos por la nación no serviría de nada si aceptábamos la deuda, porque seguiríamos pagando réditos por los siglos. Ahora lo vemos claro: la deuda terminará derrotándonos” (García Márquez. El General en su Laberinto. Editorial Suramericana. 1989 página 224)
Fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/09/empresa-jesuita-bicentenario-y-fascismo.html

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