La
memoria va más allá de la mera referencia a los hechos, con obstinada
insistencia reclama la comprensión cabal de aquella gesta fallida, la
tradición de los vencidos. Sólo de este modo es posible pensar un
presente histórico, restituyendo su plenitud al Ahora. Aquello que se
vio frustrado es, precisamente, lo que desautoriza el relato histórico
de los vencedores. Salvo contadas excepciones, los historiadores nos han
negado la memoria, convirtiendo nuestra historia bicentenaria en una
narración interesada.
El Chile que habitamos ha
sido construido por sueños y utopías que han quedado en el olvido,
miles de muertos anónimos durante doscientos años. Sin embargo, hoy se
pretende erigir un país de espaldas a todas aquellas víctimas que dieron
sus vidas por lo que no llegó a ser. Recuperar la memoria, es
apropiarnos de nuestra historia de siglos, plagada de violencia, olvidos
e injusticias. Esta memoria ha sido escrita por miles de anónimos
mineros, en los paisajes resecos del norte o en los húmedos socavones
del sur, pero también por valientes campesinos acribillados tantas
veces, por comunidades mapuches reclamando su dignidad, por tantos
compatriotas torturados o asesinados cruelmente por la codicia de unos
pocos.
A dos siglos de vida independiente la
sociedad chilena se organiza en pos del progreso económico para unos
cuantos, generando con ello desigualdad con su secuela de violencia,
sufrimiento y miseria. Los intereses económicos, revestidos de razón
científica, ponen lo humano al servicio del “progreso” y no a este
“progreso” al servicio de lo humano. La historia oficial, entre
nosotros, se ha convertido en aquel relato que legitima y justifica el
actual estado de cosas, el enriquecimiento de una minoría y la pobreza
material y espiritual de las mayorías, sometidas no sólo al despojo sino
a la ignorancia promovida por los medios y el consumismo.
Fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/09/chile-bicentenario-historia-y-memoria.html
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