jueves, 24 de junio de 2010

Ecologìa : Tragedia en el Golfo: ¿El fin de la gran aventura? (Parte II) Por: Jorge Gómez Barata

En la historia de cómo el hombre se hizo gigante hay cuatro factores determinantes: la inteligencia, la naturaleza gregaria, la audacia y la fe. La combinación de colectivismo, valor y talento, apoyados en un equipamiento biológico básico, dieron lugar a una combinación perfecta de evolución orgánica y progreso cultural que en su conjunto forman la historia de la humanidad.


Ya sea que se parta del Génesis o de la teoría de la evolución de las especies, existe un inicio y un lugar desde donde el hombre comenzó su andadura: el Jardín de Edén, ubicable en el entorno de Mesopotamia o la garganta de Olduvai en el Serengueti africano, según las evidencias arqueológica descubiertas por el doctor Louis Leakey. En cualquier caso desde esos sitios originales comenzó el poblamiento del planeta.

Asumiendo las colosales distancias recorridas, los obstáculos naturales, los diferentes climas y los enormes peligros afrontados por aquellas criaturas débiles y vulnerables que protagonizaron los eventos demográficos originales, mediante los cuales se formaron las culturas, las civilizaciones y más recientemente las naciones y los estados, habría que rendir homenaje al valor y la audacia de nuestros remotos antepasados que dotados de libre albedrio iniciaron el camino que condujo a hoy.

Lo cierto es que mediante los ininteligibles mecanismos por los cuales se instala y se trasmite la herencia cultural, la audacia y el valor, la disposición para tomar riesgos y asumir enormes sacrificios, venciendo incluso el poderoso instinto de conservación, las diferentes dimensiones de la espiritualidad, se integraron al DNA cultural e ideológico de la especie humana que, entre el cielo y la tierra, no reconoce límites ni imposibles.

Para no ir demasiado atrás, baste recordar el martirologio de los primeros cristianos, a Cristobal Colón que en rusticas embarcaciones desafió el Atlántico en una travesía que pudo ser sin retorno, la entereza de María Curie que entregó su vida a la ciencia durante la investigación de la radioactividad, la valentía de Yuri Gagarin que sonriente, encerrado e inmóvil en una capsula de metal, en “la punta de una llama” abrió la era de la conquista del espacio y los astronautas de la nave Apolo 11 que con más dudas que certezas viajaron a la luna y regresaron para contarlo.

De la audacia y la determinación del genero humano da fe la historia económica que ha llevado a empresarios y obreros a correr riesgos enormes para extraer, trasladar y procesar las riqueza naturales, extrayéndolas de las entrañas de la tierra, los fondos oceánicos, la profundidad de los desiertos y lo ignoto de los polos.

Sin embargo, el progreso parece llegar a un punto en que determinadas acciones humanas comportan riesgos para toda la humanidad. Así ocurre con las pruebas nucleares que totalizan más de 20 000, razón por la cual se trabaja para alcanzar un acuerdo de prohibición total, extender la desnuclearización y hacer efectiva la no proliferación, caminos que en algún momento deberán conducir al desarme nuclear que con toda razón figurará entre las grandes conquistas de la humanidad.

Sin aquel dramatismo aunque con no menos urgencia se trabaja por alcanzar acuerdos para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero y mitigar el cambio climático.

Lo más lamentable es que la cultura humana no sólo conoce entidades positivas, sino que también, mediante procesos extraordinariamente contradictorios que recuerdan una noria enigmática e interminable, produce y reproduce actitudes y anti valores que incluso bajo determinadas circunstancias, predominan haciendo prevalecer la codicia y el afán de lucro, fenómeno que algunos pensadores identifican erróneamente con determinados sistemas sociales. El capitalismo no creó la codicia ni el egoísmo, en todo caso puede haber sido a la inversa.

Del mismo modo que los afanes hegemónicos, aun después de finalizada la Guerra Fría hace que unos pocos países almacenen más de 40 000 armas nucleares, la insaciable sed de ganancias de las transnacionales, asociado a la incapacidad de los estados nacionales para cumplir sus obligaciones, emprenden aventuras como son la perforación de pozos petroleros en profundidades marinas a las que el hombre prácticamente no tiene acceso y sin garantías que excluyan desastres como el que minuto a minuto, desde hace dos meses, ocurre en las profundidades del Golfo de México donde literalmente se ha abierto una Caja de Pandora .

Es probable que, en el estado de la tecnología actual, sin apropiados recursos de emergencia, ese tipo de explotación que de alguna vez se asoció a la excepcional audacia del género humano, constituya una irresponsabilidad que si bien durante cierto tiempo aporta enormes ganancias, puede conducir a tragedias como las que ahora están en marcha, para la cual se ha puesto sobre el tapete incluso una opción nuclear.

Ojala los remedio no sean peores que la enfermedad.

Ver también:

Foto: Estados Unidos, Medio ambiente - Derrame de petróleo de la plataforma Deepwater Horizon de la British Petroleum. / Autor: James Duncan Davidson - TEDX OIL SPILL
fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/06/tragedia-en-el-golfo-el-fin-de-la-gran_23.html

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